lunes, 24 de marzo de 2008

Pasos en la azotea

Es la tercera noche que él no llega a dormir. Decido no esperarlo despierta esta vez. Pongo el separador en el libro antes de cerrarlo y lo coloco en la mesita de noche. Apago la lámpara y la habitación queda iluminada por las pocas luces de la calle.
El intentar dormir no era más que una excusa para evitar pensar dónde andaría el Omar. Posiblemente la primera noche cerca de la cantina de Don Chuy, completamente perdido. Y quizá conocería a una tal Sandy o Linda, Vicky, Isabela o Mily, sí, tal vez a esta última; y tendría unos ojos grandes, verdes, casi amarillos. Entonces el Omar, pa´ como es, no se resistiría a los sutiles contoneos de la Mily ésa. Pobre del Omar, ya para el segundo día de segurito lo habría dejado, y después de una serie de intentos fallidos por conquistar a alguna otra, se decepcionaría de él mismo y sentiría lastimado su orgullo de macho. Y ahora sí, de nuevo cerca de Don Chuy, y quizá su decepción sería tan grande que terminaría tirado en algún basurero.
Lo peor es que no puedo reclamarle nada. Porque ésos, los que son como el Omar, no tienen dueña, no quieren permanecer en un mismo lugar. Lo supe desde que lo conocí, con esos ojos azules, a veces grises que siempre que los miro, me recuerdan que él no es de nadie. No tiene sentido que lo espere despierta, aún así, si llega; está prohibido preguntar.
Lo imagino caminando por las calles, indiferente a las luces de los coches y a las bocinas de los carros. Buscará caricias, porque las mías no son suficientes, y cuando se harte de que ninguna le haga caso y muera de hambre, volverá. Pinche Omar, siempre hace lo mismo.

Un ruido catastrófico me despierta sobresaltada, las cortinas se contonean al ritmo que les pone el viento, la noche, y la luna, ilumina los ojos brillantes del Omar. Con sus pasos tan suaves entra por el marco de la ventana y pisa los papeles que tengo en el escritorio sin que le importe, exige su comida y me deja así, preguntándome e imaginando los lugares por los que anda cada noche.
Amanda Cárdenas

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